La típica pregunta de «¿Qué tal?» y a te sale responder «bien…» lo que no nos atrevemos a decir es la segunda parte, ese «bien jodida». Siento que el bien me sale como automático, generalmente no me planteo mucho más, si estoy cansada, si estoy feliz, triste, contenta, decepcionada, ilusionada, no pienso verdaderamente en ese «¿cómo estoy?» y ante esa pregunta suele salir simplemente el BIEN. Es como si esta sociedad no estuviera preparada para escuchar «Estoy deprimida», «Estoy frustrada» «Estoy inquieta», «Estoy ansiosa»… Sólo esperamos escuchar sentimientos «bonitos» o lo que consideramos emociones «buenas» (lo pongo entre comilas poruqe ya se sabe que no hay buenas ni mala emociones TODAS son necesarias en un momento u otro)
Mientras escribo estas líneas noto como mi ojo tiembla. Esto me pasa cuando estoy hasta arriba, cuando el agotamiento físico me desborda, cuando duermo poco, también cuando paso muchas horas delante de la pantalla. Me ha pasado en pocas ocasiones, diría que máximo 4 veces en toda mi vida, pero siento que cuando llega es cuando el estrés se apodera de mí. Soy consciente que mi cuerpo me habla, lo que pasa que yo no le escucho… No me interesa escucharle, porque si lo hago tendría que bajar el ritmo o parar. Yo sigo con mi día a día, con mis tareas, diferentes quehaceres, el trabajo, el cuidado de Ekhi, las tareas del hogar, mantener vivas las relaciones con familiares y amigas… ¿y yo? ¿dónde estoy yo?
Dónde estoy y cómo estoy… esas son las preguntas que verdaderamente importan pero que yo no quiero contestar. Mi cuerpo grita lo que mi mente intenta callar, me es más fácil no escuchar que estoy triste, que me siento decepcionada, que estoy en un momento en el que todo cuesta (cuesta mucho)… Y ahora mismo me escudo en que tengo mucho trabajo, que necesito el dinero, que no puedo parar que el ritmo del día a día es lo que tiene y cuando la gente me pregunta qué tal estoy y contesto bien me he dado cuenta que no me siento agusto así que últimamente mi respuesta es «estoy viva que no es poco».
Hace unas semanas tuve un accidente con el coche porque derrapé en la nieve al frenar cuesta abajo. Iba a 30 por hora, y fue algo muy leve, de hecho mientras el coche se deslizaba cuesta abajo yo decía «no, no, no no». recuerdo ese momento como si fuera ahora mismo, no fue nada grave pero lo suficiente para ser consciente de la importancia de estar viva. En cuanto coche paro lo único que pensé fue eso «Ene ¡ESTÁS VIVAAAA!»
Simplemente por esto, me siento afortunada. Pese al estres, el agotamiento, la presión sobre mis hombros… me siento afortunada. Afortunada de estar aquí, afortunada de seguir adelante, afortunada de poder abrazar a Ekhi, afortunada de reírme con mis amigas y de llorar cuando la ocasión lo requiere, afortunada de tener una familia que me apoya, afortunada de trabajar en aquello que me apasiona, afortunada por tantas y taaaaaaaantas cosas.
Hay ratitos en los que la vida se convierte como en un laberinto donde no encontramos la salida y todo cuesta, el seguir caminando cuesta… En esos ratos lo que me ayuda a seguir es pensar que «esto también pasará». La vida es corta asique ACEPTAR estas sombras y disfrutar de las luces es clave. ¡Vamos a por ello!