Si… lo se… Llego con dos días de retraso, pero el directo es lo que tiene, desde el jueves un Troyano ha invadido mi ordenador asique mi conexión al mundo online se ha visto reducida (llamadme lerda, pero desde el móvil hay ciertas cosas que me cuestan horrores…). Conclusión, dos días después pero aquí llega el post de este mes sobre 12 meses 12 madres.
La protagonista principal de la historia de hoy es una txiki a la cuál conocí cuando todavía estaba en la barriga, Amets Alaia (su nombre deja claro que algo bueno llega con ella. 🙂 ). Erika, su amatxu, es una de esas madres que comenzaron asistiendo a mis talleres en Kaboo y que con el tiempo se ha convertido en una buena amiga. Recuerdo como si fuera ayer el día que la vi en el semáforo del puente del casco, ya había «salido de cuentas» y justo un par de días antes me había acordado de ella cuando de repente, la vida me nos cruza de nuevo en el mismo camino (la magia del universo y las causalidades) por lo que puedo darle los últimos ánimos antes del día del parto. Sobre el parto no os voy adelantar nada porque ella ha escrito un relato precioso, pero sí que quiero aprovechar estas líneas para agradecerle su valentía. Siento que fue una valiente por ser capaz de romper con los miedos del entorno y obrar en consecuencia a lo que ella sentía que tenía que hacer. También quiero darle las gracias por haber confiando en mí para acompañarle en esta aventura desde Ene amatxo. Y sobre todo porque de un tiempo a esta parte forma parte de mi vida. Cada día tengo más claro que todo pasa por algo y que ella tenía que estar en mi vida y yo en la suya…jejeje. Erika, mila esker por ser como eres, por compartir esa necesidad de control que tantos nos cuesta soltar, por las conversaciones de estos últimos meses, por los pintxos, las risas, los desahogos… Por todo lo vivido, y sobre todo por lo que nos queda por vivir (que estoy segura que será muuuuucho y muuuuuy bueno) ¡¡¡ESKERRIK ASKO!!!
Os dejo con ella y con su maravilloso parto en casa. Porque tras leerla estoy segura de que no os quedarán dudas de que #SABEMOSPARIR
Soy Erika, amatxu de Amets Alaia vengo a hablaros sobre su llegada, bueno, sobre su pequeño/gran viaje de dentro a fuera, porque llegar ya había llegado a nuestras vidas mucho antes. Creo que desde el principio ya brillaba con luz propia para alumbrarnos el camino y que tuviéramos claro que éste sería nuestro momento, a nuestro ritmo, a nuestra manera.
Tuvimos la suerte (y los contactos, y la información, y el dinero… Ojalá pronto sea más fácil…), la suerte, decía, de contar con la mejor compañía para ello. Dani, Cris y Patri (nuestras matronas de parto) llevaban ya unas semanas de guardia: en el grupo de whatsapp, en el teléfono, en alguna visita. Y David (el aita) y yo preparades, esperando, con ilusión, tranquiles porque todo iba como tenía que ir y así lo constataba la sonrisa de Maier (nuestra estupenda matrona durante el embarazo) de la primera a la última visita a su consulta; aunque también intentando ignorar la semana 42, la impaciencia del entorno (“Pues se retrasa, ¿no?”, “¿a qué hospital iréis?” Siempre esquivando la pregunta…) la obligada visita al ginecólogo (“Todo muy bien pero si me dejaras hacerte un tacto…” “No, gracias”) y la cita para inducción, 8 de la mañana del 8 de abril. Conseguí regatearle, literalmente, un día; así que cuando avisamos de que no iríamos no hubo ya mucho que explicar (¡Que lista está peque! Todo calculado)
Me desperté el 7 de abril, con unas contracciones que no eran como en días anteriores, que me decían que todo estaba en marcha. Sentada en la cama le dije a aita que sí, que mejor cancelara las clases y que cogiera papel y boli para apuntar (yo aún muy yo, ahí, controlando) Aunque enseguida Cris nos decía, vía whatsapp, que nos relajáramos y dejáramos de contar minutos…que podían faltar muchas horas.
Así que poco a poco les fui cogiendo el ritmo; cuando venían me agarraba a lo que pillara cerca, me concentraba, respiraba hondo, y después…todo tranquilo otro rato. De telón de fondo un mañana de primavera más que radiante. Desayunamos y salimos a pasear siguiendo el curso de la ría.
Últimas fotos con esa preciosa tripita, unos pintxos…y de vez en cuando, “toc-toc”, la pequeñita iba marcando el ritmo y, con los ojos cerrados, todo lo demás desaparecía.
Mediodía. Compramos un pollo con patatas y camino a casa a comer, la vuelta se hizo más larga porque las paraditas comenzaban a espaciarse menos y a subir en intensidad aquella nueva sensación tan potente. El grupo de whatsapp – equipo de parto “Ametsen zain” respondía contento.
Amatxu come con un balanceo de caderas cada vez más continuo e intenso. La pelota de pilates ayuda mucho. Me vienen a la cabeza las posturas y movimientos tantas veces practicados en AIPAP pero poco a poco la cabeza se irá nublando para dejar el timón al cuerpo.
Hacia las 5 de la tarde ya llevábamos una horita con “oleaje” cada cinco minutos.
Para las 6 llega Dani. “Escucha” a la pequeñita; todo en orden. Charlamos, preparamos café, movimiento en la pelota, paseo por el pasillo… Llega Patri.
Nos vamos acomodando en el salón. Equipo de guardia en la cocina. Les oigo hablar de fondo. “Baja la persiana”, la luz empieza a molestarme. Aita comienza a masajear la espalda, a la altura de los riñones (aun no sabe qué pasará las próximas horas ahí pegado). Yo voy marcando mi coreografía: balanceo de cadera y pelvis al ritmo de diferentes “aullidos” (aún volumen controlado) con cada contracción.
Poco a poco el sol va dejando de filtrarse por la persiana y aita va encendiendo velitas que coloca por el salón. Olor a coco y vainilla, ¡ummmhhh…!
Son las 21:30 (según el informe de parto, yo ya no miro relojes) cuando Dani y Patri pasan sigilosos por el salón y nos dicen que, si nos parece bien, nos dejan solos un rato.
Como ellos ya preveían, a solas con aita y ama, Amets Alaia se anima a avanzar y todo aumenta en intensidad. El movimiento de cadera ha de ser más fuerte, el masaje también, y el volumen de esos “aullidos” extraños ya no es controlable (¡prepararse, vecinos/as!).
22:45. Mensaje en grupo de whatsapp: “Duele mucho” y primera vez en la que llega ese pensamiento: “¿Seguro que puedo?”. Pero aita está ahí para decirme que sí. No le dejo separarse ni un segundo. Dani y Patri responden que están volviendo; y Cris (que viene de más lejos) que está en camino.
En las siguientes dos horas y media, en cada contracción, como si fuera un “mantra”, repito compulsivamente dos preguntas: “¿Todo va bien?”y “¿Ya viene, verdad?”; y las respuestas de todes, a veces en palabras breves, otras en gestos o en miradas, son las que me sostienen para no dudar de mis fuerzas y seguir dejando que la peque haga su camino.
Cuando llegan y Dani comienza rápidamente a montar y llenar la piscina por lo que pienso: “Ahora sí. Esto se acelera”, y desde entonces, por momentos, todo pasa muy rápido y a la vez muy lento. Mientras David me ayuda a quitarme la ropa siento una sensación extraña y… “Dani, aguaaa!”. Desde la cocina: “¿Cuánta?”. Yo: “Todaaa!”. Había roto aguas.
Ya en el agua caliente a cuatro patas desconecto del todo del mundo y Amets Alaia avanza en cada contracción-aullido-pregunta. Y como a intervalos me llega el sostén de todo el equipo: en primer plano detrás de mí aita, entre masaje potente (“preparando masa para pizza” decía él después) y echar agua por mi espalda; de frente Dani, aparece y desaparece no sé cómo, responde con su voz tranquila a mi “pregunta-mantra”, saca fotos; a mi lado Cris (le pedí que se acercara al poco de oírla llegar) me da su mano que yo aprieto cada vez más fuerte, me mira tranquila y también me dice que la peque y yo lo estamos haciendo muy bien, a Patri no la veo/oigo pero sé que un par de veces se acerca a alumbrar con el móvil (no todo son velitas) para ver si ya asoma la esperada cabecita.
Yo cierro los ojos y siento a mi pequeñita abrirse camino, y le digo, y me digo, que vamos bien, que siga poco a poco. No llamaría dolor a lo que siento, es una “intensidad” que por momentos parece superarte, una fuerza desconocida. En las últimas diez o doce contracciones siento como si me partiera en dos y a la vez la peque me pide que la empuje con fuerza. En cada una de ellas pienso que será la última, y luego “la ola” vuelve a bajar.
Recuerdo cuando me dicen que ya está ahí, a punto de salir, y como me sorprende cuando Dani me dice “Déjala estar ahí, tranquila” (tan alejado de esa prisa y gritos frenéticos de “empuja,empuja” que tenemos tan vistos). Aita deja de echarme agua por un momento y todes observan detrás de mí, bajo el agua. Cris me pregunta si quiero tocar y yo digo que no; prefiero seguir sintiéndola hacer su camino como hasta ahora.
Y de pronto, en una de esas contracciones que creo serán la última, sucede. Coge impulso y noto como sale, como en dos movimientos. Ya está aquí.
Todes están en silencio; nadie dice nada durante unos segundos. Y yo pregunto: “¿Está bien?”. Entonces Dani mete las manos al agua y coge a nuestro pececito diciendo: “¡Pero si ya estás aquí!”. Había salido tan rápido y hacia delante (al contrario de lo que era de esperar por la postura) que nadie más que yo se había dado cuenta.
Todes nos reímos. Me tumbo hacia atrás sobre aita y Dani coloca a nuestra pequeñita sobre mi pecho mientras Cris la cubre con una toalla. Esa cosita diminuta y arrugadita nos mira a los ojos por primera vez, atenta, como si dijera “Así que sois vosotres…”, y quedamos enamorades para siempre. Aita llora y sonríe a la vez. Yo me siento flotar, y no es el agua. Oxitocina natural a nivel máximo. El universo gira en torno a nosotres.
En las siguientes dos horas, mientras sigo inmersa en esa nube, llegará la placenta (no tan bonita como la peque pero casi igual de rápida y limpita ), la increíble “búsqueda y captura” de la teta por esa boquita (primera de miles), aita cortando el cordón… Y para cuando nos queremos dar cuenta parece que en este salón no ha pasado nada pero la cosa más maravillosa del mundo duerme sobre mi pecho y no podemos dejar de mirarla embobados hasta que se nos cierran los ojos.
Gabon Amets Alaia! Ongi etorri maitia!